La mujer en el Séptimo Arte

Mujer en el cine
Fuente: http://www.ojocritico.com/wp-content/uploads/2013/08/mujercinenegro4.jpg

INÉS ARRIBAS, Madrid

La actriz: vinculación, dependencia del varón

La dama de Shangái
La dama de Shangai, Orson Welles (1947). Fuente: http://i2.esmas.com/galerias/fotos/2012/8/_face9-b7b61050-385a-1030-91f2-0019b9d5c8df.jpg

No hace tantos años que se podían oír en el espacio público —y sin asomo de mala conciencia— comentarios como: “Los hombres razonan mejor que las mujeres, tienen más capacidad de juicio, son los que de verdad saben lo que conviene o no conviene, y, por lo tanto, en ellos debe recaer el mando y la autoridad. Las mujeres deben estar en un discreto segundo plano, obedecer y posponer sus intereses a los de su marido, su padre, su hermano, sus hijos”. Hoy, la mayoría de la población, sobre todo la joven, considera estas opiniones falsas, sesgadas, machistas… Pero el cine sigue convencido de que la parte interesante de la humanidad es la masculina y de que el interés de la femenina reside justamente en el interés que sea capaz de despertar en los hombres. En definitiva: el mundo es de los varones y las mujeres sólo somos una parte de su mundo.

Pensemos que la mayoría (un 80% al menos) de las películas que vemos están protagonizadas por hombres. Los varones van y vienen, viven historias y relaciones o enfrentamientos intensos entre ellos, aventuras interiores y exteriores, descubren y exploran mundos, salvan al planeta y, por supuesto, se quedan con la “chica”. Y ¿qué es la “chica”?: un apartado en la historia de él. Ella carece de interés por sí misma. Es sólo un capítulo de la vida del protagonista. Su significado depende del hecho de que él la elija. Rara vez tienen las mujeres papel en la “película” al margen de sus relaciones con los hombres. Como dice Teresa de Lauretis, no viven sus propias historias sino que aparecen insertas en las historias de otros. Cuando se habla de amor aparecen las mujeres, pero cuando se pasa a otra cosa, desaparecen.

Vértigo
Vértigo, Alfred Hitchcock (1958). Fuente: http://www.horror-movies.ca/wp-content/uploads/2013/03/vertigo.jpg

Ausencia y anulación como sujeto simbólico.

El punto de vista es androcéntrico. Rara vez el mundo se descubre a partir de los ojos de las mujeres. La cámara las mira desde fuera. Son el objeto de la visión, casi nunca el sujeto.

En consecuencia, las mujeres son episódicas y el episodio es —según el diccionario de la Real Academia— “acción secundaria, parcial, digresión, incidente”. Se las presenta como marginales respecto al relato. Son el trofeo del guerrero, su descanso, un peligro añadido, una rémora o una ayuda en el mejor de los casos.

El cuerpo de las mujeres es un cuerpo manipulado, troceado y eminentemente cosificado. Esto la cámara lo crea mediante primeros planos estáticos, contemplativos, agresivos a veces. Planos “voyeurs” que llegan incluso a desmembrarnos visualmente como si lo que importara fuesen los trozos (nalgas, pecho, piernas, boca) pero no el todo (la persona).

Psicosis
Psicosis, Alfred Hitchcock (1960). Fuente: http://www.tribute.ca/news/wp-content/uploads/2012/08/Psycho.jpg

Sexualidad amputada

El cine sigue representado el erotismo y la sexualidad casi exclusivamente en función del sujeto masculino. La cámara cada vez muestra más pero siempre muestra lo mismo: modos, maneras, tiempos, ritmos, etc., que responden a los fantasmas y a la genitalidad viriles. Se filma a las mujeres felices y satisfechas con la sexualidad masculina y sin una sexualidad propia.

Mad Max
Mad Max: Furia en la carretera, George Miller (2015). Fuente: http://www.nuevamujer.com/mujeres/site/artic/20170127/imag/foto_0000000220170127165648_screen_shot_20170127_at_2.png

Las mujeres quedan tan asimiladas al mundo masculino que, cuando en la pantalla aparecen mujeres con características no tradicionales, suelen comportarse como hombres con faldas, como si la única forma de reivindicarse como sujeto fuese la de adoptar los modos y maneras masculinos. Así, ahora vemos mujeres violentas o brutales al modo clásicamente viril. O mujeres que muestran una configuración del deseo erótico tradicionalmente varonil.

La “niña boba” y el “niño inteligente»

Casablanca
Casablanca, Michael Curtiz (1942). Fuente: http://3.bp.blogspot.com/-NR5TQG15EQU/UrCYGi7FYDI/AAAAAAAAARQ/bUh7usV1HFY/s1600/casablanca-poster-artwork-humphrey-bogart-ingrid-bergman-paul-henreid.jpg

Con frecuencia, las mujeres de la ficción no tienen criterios ideológicos ni políticos. Piensan, se supone, lo que piensa él, y si se le oponen o lo contrarían, tendrán que pagarlo. Esto es así en películas que van desde Casablanca a Mentiras arriesgadas.

Los personajes femeninos suelen ser caprichosos, incongruentes, absurdos, torpes, inútiles. Los protagonistas masculinos tienen que tener mucha paciencia para soportar esos seres que, por ejemplo, en las películas de aventuras, resultan casi siempre un peligro añadido (desde El maquinista de la General a Indiana Jones la lista es infinita).

La pantalla: cómplice de la desigualdad

El cine continúa invisibilizando a las mujeres o en todo caso situándolas en un lugar muy secundario. No debemos olvidar que cuando hablamos de mujeres lo hacemos de la mitad de la Humanidad, no de un grupo, colectivo o minoría. Una mitad que todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue sin estar presente en condiciones de igualdad en el espacio público. Una mitad que solo está en la industria del cine a través de un 20,5% de mujeres que participan creativamente en ella (un 7% de directoras, un 19,7% de guionistas o un 22,7% de productoras). De ahí la necesidad de reequilibrar este panorama, no solo incentivando la presencia mayor de las mujeres en la industria del cine, sino también haciendo un llamamiento a la creatividad. Porque quienes hacen una película no solo realizan una obra de arte sino que también realizan elecciones. Estas elecciones podrían ser a favor de un equilibrio masculino/femenino, de una menor sexualización de las mujeres y de un mayor peso a los personajes femeninos. Es decir, la elección podría ser a favor de la igualdad de género. Y no solo porque de esa manera las dos mitades estarían de manera más justa y equilibrada también en la pantalla, sino sobre todo por el enorme potencial educativo y socializador que tiene el cine. Y en este reto, como en otros muchos que hoy tiene planteada la humanidad, la pantalla debería ser más una aliada de la igualdad que una cómplice de la injusticia.